miércoles, 6 de agosto de 2008

¿Miento, luego existo?

Yo ya nací mintiendo. Desde que puedo recordar se convirtió en mi especialidad. Mentía en el colegio, a mis profesores, a mis padres, a mis amigas... supongo que mi vida no me parecía demasiado interesante y tenía que sazonarla con historias increibles, producto de mi gran imaginación. La primera gran mentira de mi vida fue hacer creer a todas mis amiguitas que mi hermana mayor estaba saliendo con el protagonista de Superman... qué tiempos... nunca fui tan admirada como en aquel entonces...
Me inventaba historias inverosímiles, que todo el mundo parecía creer. Casi siempre lo hacía para hacer lo que me viniese en gana, y no me paraba a pensar en las consecuencias de mis actos.
Cuando crecí fue peor. Testigos de mi mal hábito son la infinidad de ex-parejas que aún hoy se lamen las heridas provocadas por mis traiciones.
Cuando alguien me reprochaba mi comportamiento, me limitaba a sonreir y en ese tono cínico que todavía hoy por hoy me caracteriza, decía: "Cuando Dios estaba repartiendo la conciencia, a mí me saltó". Supongo que esa frase me hacía gracia... claro que, todavía no sabía lo que estaba por llegar.
Pasaron los años, y me acercaba a la treintena... cuando no sé porqué, mi forma de ver la vida fue cambiando... atrás quedó un matrimonio roto... disgustos familiares... y otras muchas cosas. Senté la cabeza, sin más, y me dejé de estupideces. Me volví sincera...
Y fue ahí, con la guardia baja, con el alma al aire, cuando el engaño me atrapó. Todas las mentiras que yo había utilizado en mi vida se volvieron contra mí. De golpe. Sin previo aviso. Como un jarro de agua fría en plena cara... Y entonces comprendí. Comprendí todo el dolor que yo había causado y que me estaba siendo devuelto con creces... Y pagué, pagué y sigo pagando...
Cuando la persona en la que más confías te traiciona... es peor que morir... es como un dolor que nunca cesa, como una herida profunda de la que no para de manar la sangre... quizá nunca pare.
El engañar a alguien es privarle de su capacidad de decisión, porque si no conoce todos los datos, ¿cómo va a poder tomar la decisión correcta? ¿Cómo va a poder saber lo que es más conveniente si le ocultamos información? Desde luego, si yo hubiese sabido lo que estaba pasando, seguramente hubiese tomado otras decisiones... Ahora ya es tarde... la vida decidió por mí.
En definitiva... ¿es engañar como robar? ¿Robarle a alguien su posibilidad de decidir libremente?... y lo más importante... ¿Por qué lo hacemos?

8 comentarios:

  1. Casi me haces llorar... hay mucho sentimiento aqui. Mentiras piadosas hemos tenido todos. Lo que mas me ha llamado la atencion es que desvelas toda tu vida, asi, de cabeza sincera.

    Eso te honra y las mentiras... no tienen castigo cuando se desvelan y tu lo has hecho.

    Un fuerte abrazo, un beso y el pasado paso. No cambies

    ResponderEliminar
  2. Uf!! me ha impresionado este relato, sobretodo por la capacidad de saber reconocer los errores de uno mismo y aceptar el pago de las culpas.

    Yo he vivido muchos años al lado de dos personas muy mentirosas y realmente se pasa mal.

    Pero pienso que ese castigo debe terminar si ya has pagado tus culpas, y esas se pagan en el momento en el cual te diste cuenta del error.

    Mira hacía el futuro y aprende de lo ocurrido, un abrazo enorme.

    ResponderEliminar
  3. Te ha quedado una entrada magnífica, bien resumida, con los puntos clave y además es todo un ejercicio de sinceridad. Lo malo de la mentira es que nos esclaviza, nos ata a ella, es como vender el alma al diablo, y lo peor es que todo lo que hacemos acaba volviendo, en esta vida se paga todo.

    No sabes lo que te comprendo, yo creo estar pagando ahora errores pasados, y ¿sabes? no queda más remedio que levantar cabeza y aguantar hasta que todo pase... si pasa.

    Un abrazo muy fuerte

    ResponderEliminar
  4. ¿Quién no ha mentido alguna vez? Y quien diga que no miente, miente.
    El caso es que las cosas que nos pasan en la vida quiero creer que son para prepararnos para algo mejor, todos esos y si hubiera..a lo mejor nos hacían más desdichados en el futuro por no haber podido aprender "la lección".
    No sé cómo eras antes, pero lo poco que te conozco ahora (si se me permite decir que te conozco o ciberconozco un poco...), me gusta lo que hay en tí, la persona que eres ahora y lo que me dejan ver tus palabras. Si no no vendría por aqui tanto..jejeje

    Un besazo guapa

    ResponderEliminar
  5. a veces la sinceridad plena también hace daño. Hay que saber omitir más que mentir ¿no? Bueno, es un tema muy extenso y cada circunstancia hay que analizarla particularmente porque a veces omitir tampoco es una mentira escondida....grrr no me hagas pensar tanto leche que tengo las neuronas a medio gas y al final me voy a liar.

    Lo bueno es que afortunadamente algunas personas aprenden de sus actos, al menos eso dices que te ha sucedido a ti ... ¿o acaso mientes?

    un beso princesa!

    ResponderEliminar
  6. Todos tenéis razón... hay que mirar al frente y no pensar en los errores pasados, sino intentar aprender de ellos, está claro.
    Y sí, dicen que en esta vida todo se paga... uf, no siempre y no todos...
    En cuanto a las pequeñas mentiras piadosas, o a omitir la verdad, pues sí, claro, estoy a favor (depende de los casos)
    Que si aprendemos realmente de nuestros errores... uf, pocas veces...
    ¿Por qué mentimos? La mayor parte de las veces porque creemos que ocultar la verdad, cuando ésta es fea, es mejor, porque no queremos hacer daño a alguien... ojos que no ven corazón que no siente. Al final todo sale... y entonces esa mentirijilla se convierte en una MENTIRA.
    No me gusta que me mientan, así que lo mejor es no hacer algo que no quieras que te hagan, ¿no?

    ResponderEliminar
  7. Te he dejado un premio en mi blog, a ver si levantas ese ánimo.

    Besos

    ResponderEliminar
  8. Animate :)y sonrie que estas mas guapa XD

    ResponderEliminar